Hace ya varios años que escribo, que creo, que cuento
historias. Mayoritariamente he leído mucha fantasía épica, y por consecuente o
no, escribo también fantasía épica. He hecho algunos pinitos en el terror, el
drama o la distopía. Casi siempre en prosa, aunque también he escrito poesía y
canciones.
El caso es que en mis historias siempre ha predominado el
género épico fantástico. Y, sin querer, me he encasillado como escritora —ese
escritora muy entrecomillas—. Hace un tiempo empecé abrir mis horizontes con
lecturas de géneros dispares como la literatura romántica y la
verdad es que no me ha ido nada mal. Y el otro día, en clase —sí, aún andaba yo
por clase—, me descubrí escribiendo algo que podía catalogarse como romántica (histórica(?) mezclado al parecer con algo de low fantasy (?)). Me reí, lo dejé. Pero cuando llegué a casa no pude más, y seguí
escribiendo. Escribí como unas quince páginas a mano y sigo escribiendo a día
de hoy. No sé dónde terminará esta nueva faceta, pero el hecho de replantearme
el género al que voy a dedicar mis historias y mi futuro en una carrera de
escritora —futuro en una carrera de escritora muy entre comillas— me hizo pensar y escribir esta entrada.
¿Un autor, un solo género? ¿En serio? Conozco a muchos
grandes que han sido monotemáticos en sus obras. Tolkien: fantasía épica; King:
terror; Morton: Romántica; Agatha Christie: policíaca. Sí, es posible que
dentro de géneros como la fantasía casi todos tantean todos los subgéneros y,
más o menos, se hacen expertos en una sola rama.
Y yo me digo: ¡No todos los grandes se encasillan! ¿No? Mira
Rowling, escribía libros infantiles. Y ahora, aunque bajo un seudónimo, escribe novelas policíacas. Y eso no significa nada, nada malo, quiero decir.
También es verdad que Tolkien dedicó su vida a la mitología,
al análisis intensivo de un género, y quizás gracias a eso su dotada obra sea
notable entre los del género. Quizás si te dedicas exclusivamente a algo consigas
ser el mejor en ello. Mientras que si le das a todos los palos lo único que
abarcarás será una idea general de cada uno de ellos, sin ser experto en
ninguno.
Ambos puntos son lógicos, coherentes, y últimamente es un
debate que enciende mi mente —no tengo a nadie con quien discutirlo— y me
consume el tiempo. No es porque esté indecisa sobre qué quiero escribir,
simplemente escribiré lo que me venga en gana, no tengo mucha predilección por
clasificar las obras. Son historias ante todo. Y no quiero que las mías se
rijan por un patrón que no les proporcione la libertad, la singularidad y la
profundidad que cada una de ellas necesita, sean del género que sean, siempre
quiero que cuenten con su particular perfección en los temas que toquen.
Por eso mismo seguiré escribiendo terror, o romántica
histórica, o si me da algún día, escribiré erótica —vale, quizás no me descarrile
tanto—. En algunos estaré más acertada que en otros, pero ¿sabíais qué?
Cervantes también era dramaturgo, Lope de Vega lo eclipsaba, pero no era eso
precisamente lo que distaba que sus obras fueran malas o buenas. Estoy en una fase de experimentación, en el que ahondo no en el género en sí, sino en la historia que necesito contar. O así lo veo yo.
¿Qué me decís? ¿Os encasilláis? ¿Creéis que deberíamos dedicarnos a un
único género? ¿Que eso determinaría la calidad de nuestras obras?