Ésta no es una entrada
que tuviera previsto escribir antes o mientras veía la serie. Lo cierto es que
ha sido la misma –y no la (no) costumbre de dar mi opinión- lo que me ha dado
una razón interesante para abrir una diatriba.
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Por cierto, está basado en un libro. |
Durante los cinco
episodios que tiene, podremos ver cómo la llegada de la guerra y sus tintes
bélicos marca un antes y un después en la mentalidad de la sociedad británica.
Para mí es el punto de inflexión tanto de la historia como de los personajes.
Al principio conocemos a un Christopher de talante conservador, conformista y,
por encima de todo, honorable. Sus principios, su inteligencia lógica y su
férrea fuerza de voluntad lo llevan a convertirse en un hombre de costumbres
conservadoras, con condescendencia hacia los temas sentimentales y absoluta
devoción por el deber. Pese a la particularidad con la que Cumberbatch dota al
personaje, su retrato nos es familiar, casi podemos ver en él la silueta de un
intelectual ávido de discusiones patrióticas y conflictos de intereses
internacionales. De lo poco que sé y leído, creo que podría corresponderse con
el pensamiento británico justo antes de la primera guerra mundial. Christopher
es el centro de todo ese torbellino de cambio que asolará al país. Sin embargo,
a su alrededor se dispone un elenco de personajes que con la misma fuerza
recibirá el golpe de las consecuencias de este acontecimiento.
Uno de los personajes
principales, y del que en particular quiero hablaros en esta entrada, es Sylvia
Tietjens, la polémica esposa de Christopher. Su historia se construye casi
enteramente sobre su carácter: cínico, independiente, ambicioso, y con
tendencia al dramatismo. Porque sí, Sylvia es esa mujer que no se avergüenza de
ser quien es, pese a que en múltiples ocasiones admita sus errores. Su falta de
tacto a la hora de expresar lo que piensa allá donde vaya e independientemente
de quien la escuche chocará con la obsesión de los británicos (de la alta sociedad)
por los modales y las apariencias. Desde un primer momento sabemos que el
matrimonio no ha sido producto de un profundo amor, ni siquiera de una bonita
amistad, pero para ambos un compromiso como este no supone el dilema moral que
personas libres como nosotros nos
planteamos. Cada uno acepta al otro por el bien de su posición y la imagen que
proyectan en la sociedad, la influencia se nos presenta como un arma de doble
filo: cuida tus palabras, porque todos te
escuchan. Aquí es donde mi cinismo nace; y crece con las situaciones en las
que Sylvia toma decisiones que hacen que su marido luzca su impoluta forma de
actuar, de pensar y de perdonar. Porque es el perdón y la desesperante
pasividad con la que Christopher desestima sus llamadas de atención lo que a
Sylvia la vuelve loca. Convirtiéndose en la mala
de la película.
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Sylvia (Rebecca Hall) & Christopher (Benedict Cumberbatch) |
“Higher than the beasts, lower than the angels: stuck between the two in our idiots’ Eden. God, I’m so bored of it all. Guarding or granting permission to a temple no decent butcher would give to his offal tray.” (Silvia)
Por otra parte está
Valentine Wannop, la feminista, la sufragista, la que lucha por una causa
social que ahora algunos vemos ya con admiración, pero que entonces no lo era.
Sale a las calles a protestar, se manifiesta contra importantes personalidades
para que su petición llegue más lejos. Es una mujer valiente (todo lo que
pudieron serlo en aquel momento), trabajadora, adorable. Y, sin embargo, no ha
sido para mí ni la mitad de compleja que Sylvia.
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Valentine Wannop (Adelaide Clemens) |
Sé, entiendo y respeto
que en aquel momento fuera necesario echarse a las calles a defender a las
mujeres con pancartas, voces y multitudes. Las circunstancias necesitaban esa
presión para avanzar, y gracias a Dios lo hicieron. Pero el feminismo nunca
terminó ahí. Ni ahora ni entonces. ¿Por qué se trata de una forma tan ridícula
y condescendiente la actitud de una mujer como Sylvia? Comprendo que muchas de
sus reacciones puedan ser exageradas, irritantes e incluso absurdas. Pero no
puedo quitarme de la cabeza algo que ella le dice a Christopher:
Your brother refers to me as "that whore". I haven't had a man, Christopher, in five years, and more. Not one. I haven't let myself be kissed or touched. Not once since Perowne. Potty Perowne! Can you see how I must have been feeling, to go off with a fool like Potty? I was not in my senses. I broke under your forbearance, your permanent well-mannered forgiveness for my doing the dirty on you, when I married you not knowing - still not knowing whether my child was yours or Gerald Drake's. You forgave without mercy. To scream blue murder and throw me out would have been a kindness. Compared to five years under your roof, banished from your comfort.
Creo que ese momento
resume muy bien todo lo que se nos pretende vender de Sylvia. Un personaje que
nos presentan para ser odiado, un chivo expiatorio, la oscuridad para hacer
brillar la lucecita que es Valentine. Sin embargo, también demuestra la
profundidad del personaje. Por qué hace lo que hace. Sus decisiones son suyas,
y asume las consecuencias.

Quizás las convenciones sociales nos guíen de forma que la infidelidad nos parezca una falta de respeto; y quizá lo sea, siempre y cuando se haya establecido ese compromiso, un acuerdo de monogamia o un pacto de castidad. Y no intento justificar su conducta, pero sí intentar empatizar con ella. ¿Cómo podemos vender el feminismo si al mismo tiempo estamos criticando a una mujer por concebir de forma tan natural su libertad sexual? ¿O simplemente por hacerse su propio camino o luchar por sus objetivos? He leído del personaje que es una manipuladora, que es cruel y despiadada. Que no le importa nada sino su orgullo. Sin embargo, en la misma cita de arriba, no duda en tragárselo para decirle cómo se siente. Considero indudablemente que ella es el personaje más libre, más honesto consigo misma y con los demás. Y hubiera esperado un final más digno para los tres, pero sobre todo para ella.
No le he
visto lógica la forma en que rechazan a este personaje. Al parecer, ella
es culpable de acostarse con otros hombres (aunque todas deseábamos que él
hiciera lo mismo), de decir lo que piensa, sin tabúes ni rodeos, y de jugar con
los hombres. Es aquí donde el feminismo hace falta (también); son estas
situaciones cotidianas, la forma de tildar a un personaje femenino de fresco,
usando su libertad sexual como motivo de reproche. Mientras que Valentine (igual que él) afirma explícitamente que aceptaría ser la amante de Christopher pese a que
estuviera casado. Perdonen, llevamos toda la serie echándole en cara a Sylvia
que le fuera infiel, ¿pero Valentine y Christopher pueden?

Esto no es un ataque contra el personaje de Valentine, pero sí contra cómo han presentado a ambos personajes para hacernos quererlos u odiarlos en base a prejuicios que bien podrían llamarse machistas. También es cierto que la mentalidad de la época era en esencia machista, y es absurdo que intente culpar a la producción de ser realista al contextualizar un pensamiento que ciertamente así se expresaba. Pero también opino que podrían haber dado a los personajes la libertad que merecían, o al menos la duda, la ambigüedad. La caracterización me ha sido en muchas ocasiones demasiado forzosa y evidente.
Había grandes puntos
que explotar, un potencial con el que dar rienda suelta a unos personajes
maravillosos, llenos de contradicciones, una sociedad que poco a poco se ve
obsoleta, desesperada ante un callejón sin salida. Podría haber defendido la
libertad sexual, la autonomía para decidir con honestidad pese a las
circunstancias, las diatribas de compromisos maritales, el feminismo que se
imploraba dentro de las casas, no en la calle, no en la esfera política o
económica, sino en la social y en la íntima, la defensa de la mujer en las
situaciones más cotidianas, en las que al parecer hoy en día nos vemos
envueltas. Y es que actualmente somos muchas las que nos sentimos como Sylvia,
con la libertad contenida en los labios, en las piernas, en el pecho. Como si
no nos estuviera permitido caer en la pasión, en el deseo, en el amor. Y no
porque suponga una falta de respeto al cónyuge, sino porque la libertad sexual
se nos ha velado, se nos ha pintado como una mancha en nuestra conducta.
Cuántas veces he oído la distinción entre la infidelidad de un hombre y la de
una mujer: él cometió un error, ella se buscó un error. Lo de él es romántico y
sexy; lo de ella es vergonzoso y sucio.

No obstante, es una mini serie que recomiendo ver para juzgar por vosotros mismos. Los actores, sobre todo Benedict Cumberbatch y Rebeca Hall, lo hacen genial. Aunque se dejan hilos que podrían haber explotado mejor, creo que puede haceros pensar en ciertas perspectivas y cuestiones -como a mí sobre el feminismo-. No es sobre la guerra, ni siquiera sobre el amor, más bien sobre las consecuencias de éstos -entre otros factores- sobre los personajes.
Para terminar os dejo un trocito de la entrevista de Rebeca Hall hablando sobre su personaje, Sylvia: