28 abr 2016

III: Las manos pequeñas


LAS MANOS PEQUEÑAS, ANDRÉS BARBA 
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A su lado habían dispuesto ya todo para un ataque de pánico, pero el ataque no se produjo. Marina se había quedado mirando todavía la frase como si se tratara de un reactor; de una parte a otra de la habitación del hospital se había quedado mirando la estela blanca de la frase. La niña se derrama, no llora, no reacciona. Eran tres personas, dos mujeres y un hombre, con batas blancas y zapatos negros, tres personas con piernas y brazos y esa cualidad fantástica, casi mágica, que para Marina habían tenido siempre los adultos, pero en éstos había algo que había cerrado el paso definitivamente a la magia. Se esperaba de ella que entendiera aquella frase. Pero la niña no llora, no se derrama, no reacciona. La niña vive todavía en los suburbios de la frase. O tal vez era tan sólo que la inteligencia imaginativa mantenía aún separado lo que no podía unirse de ninguna manera. La frase era todavía pulida y limpia y superficial como los zapatos negros de los adultos. 

"¿Entiendes lo que te hemos dicho?"
"Sí."
"Te hemos dicho que tus padres han muerto."
"Sí."
"Los dos."
"Sí."

Había que decir "sí", siempre "sí". Un "sí" que fuera tan superficial y pulido como los zapatos. Número y palabra: "sí". Silencio y sonido: "sí". Palabra desprendida del lenguaje, previa al lenguaje, sola, pura, límpida. 


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Éste no es más que un pequeño retazo del nuevo gran tesoro que he descubierto: Las manos pequeñas, de Andrés Barba. Hace un tiempo que vengo gestando un cambio, una mutación que sopla, se marchita y florece en mi interior. Un solsticio de estaciones. Estoy abriéndome paso entre nuevas formas de flora, de fauna, de historias. Estoy experimentado en la lectura, en la escritura, en la reflexión, en el pensamiento, en la actitud. Algunas ya dan sus frutos, otras siguen en los albores del proceso; pero la transformación ya ha comenzado, y no podría decir cuándo ni cómo, y mucho menos podría vaticinar un final. Solo sé que camino de la mano de nuevos personajes, con nuevas formas de vida, en otros recónditos lugares, con minúsculas y punzantes historias que contar. Mientras, habito en esta madriguera del bosque, donde guardo fragmentos de estos nuevos vuelos; y de igual forma seguiré por aquí. 

Nos vemos. 

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