No sé cómo empezar esta entrada, solo sé que quería
escribirla. Es realmente increíble cómo una historia puede influir en la tuya
propia, cómo puede una novela conmover tu vida. No en un sentido sentimental,
sino también de pensamiento, de convicciones, de filosofía. Remueve tus ánimos
y descoloca tus perspectivas. Hace mucho que no escribo, escribir escribir. Pero, por el contrario, he gozado de una gran
temporada de lecturas, de muy buenas lecturas. Todas y cada una de ellas me han
aportado algo, me han inducido nuevas ideas y me han pasado el testigo, para
que diga, para que escriba algo. Este boceto y otros muchos que se han escrito y están
por escribir son el resultado.
Ya no escribo – lo que no quiere decir que no lo vuelva a
hacer – lo que escribía antes, ni siquiera escribo historias, ni frecuento mis
antiguos personajes. He descubierto de estas pasadas lecturas, un objetivo más
limpio, más puro que todas esas experiencias sucias y denigrantes que recreaba.
Ahora ya no observo cómo los personajes se hunden en escenas banales, inmaduras
o aun insustanciales, esas que ya no nos llevarán a ninguna parte. Ahora ellos
mismos buscan algo más elevado, mucho más razonable, igual que yo. Encuentran
en la conformidad la seguridad de la rutina y en la moderada ambición el
progreso del lugar que corresponden. No hay más conflicto que el que permiten
ellos mismos, ni más tristeza de la que guardan. No hay rencor, ni siquiera arrepentimiento.
Porque el camino les espera y no hay tiempo para mirar atrás, porque ya saben
lo que hay allí. Ahora siento que escribo y que pienso de verdad. Y puede que
esto sea absurdo y sinsentido, puede que no esté hecho para este tiempo que nos
ha tocado vivir. Mas, desde luego, en algún lugar, en algún punto de la
historia, será o fue aquello que quise pretender que fuera.
(por cierto, me gustaría de corazón saber qué historias han cambiado
vuestra manera de ver las cosas o han
sido importantes para vosotros en vuestra vida lectora y real,
besitos)