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Estoy cansada. De ese cansancio angustioso, nervioso, agónico, de ese no sé qué debería hacer ahora o no tengo ganas de lo que sea que quiera
hacer ahora. Es como un sueño inquieto, o una espera tortuosa. Como las
ganas de vomitar teniendo el estómago vacío. La lectura, como siempre, ha
salvado mis ratos muertos. Me ha inducido las ganas de historias, de buenas
historias. Pero yo no me acuerdo de cómo escribirlas, si es que alguna vez lo
hice.
Hace unos días tuiteaba que me había
quedado sin lugares a los que huir, y de algún modo es cierto. Imaginaos de
pronto en mitad de la nada, mirando hacia todos lados y no encontrando ningún
lugar al que llamar hogar. Imaginaos llamando intensa y desesperadamente a las
letras que tanto siempre habéis amado, pero te han abandonado. Se han
desvanecido. Las palabras en tu boca suenan estúpidas, sin sentido, sin merecer
ser pronunciadas. Pero están ahí, están ahí. Dando patadas como un feto mal
alimentado. Como un niño que no quiere salir, y no sale, o sale muerto.
No siempre he creído en los bloqueos de los escritores. Se escribe y no se
escribe. Se escribe cuando se tiene algo que contar, y no se escribe cuando no
se tiene nada que contar. Y así lo veo yo. Sin embargo, yo sí tengo qué contar,
pero no sale. No sale, no sale, no sale. No quiere salir. Que no. No quiere
nacer. Pero yo las patadas las siento igual. Y aprieto los ojos, y empujo las
letras, y a veces las junto y otras solo es sangre, sudor y lágrimas.
Entended que no me gustan las tilas ni fumar, que los cafés me sientan mal
y los calmantes y los chupitos mejor de uno en uno y de vez en cuando; yo necesito las historias. Las que leo,
y las que debería escribir y me queman en la boca. Necesito contar. Contar de
contar historias. Necesito escribir. Necesito parirlo todo de una vez, y oírlo
gritar de vida, de sueños, de esperanza. Necesito susurrarle su nombre, y acunarlo
cuando la soledad tiene hambre, o la imaginación llora. Necesito volver a
contar una historia, una buena historia, y hacerlo bien. Aunque se me rompa la
voz de tanto chillar de dolor. Necesito dar a luz a todos los demonios que me
rasgan desde dentro. Necesito hacerlo. Necesito hacerlo para seguir viviendo.