20 mar 2016

Recuerda quién eres

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"But if these years have taught me anything it is this: you can never run away. Not ever. The only way out is in." -Junot Díaz. 


Llevo un tiempo dándole vueltas a algo. Quién soy. He concluido que no debe importarme la respuesta, como siempre. Son preguntas como pozos sin fondo. Son preguntas de muchachos atormentados, demasiado jóvenes para haberse acostumbrado a la vida y a sus grietas. O a eso nos tienen acostumbrados, ¿no?

No, me temo que lo mío viene de lejos, de cuando era algo más niña, más pequeña, al menos en apariencia. Viene de cuando no soltaba mis cintas de Chihiro, de Pinocho y de El Rey León. Sobre todo ésta última. Lloré como nunca había llorado antes con una historia.

Hoy la he vuelto a ver y sí, he llorado tanto como la primera vez. Sin embargo, hoy las lágrimas son más conscientes del dolor; porque yo he sentido el mismo dolor que aquel joven león. He sentido la culpa, la tristeza, la desesperación de haber perdido todo aquello que me servía de ancla y de guía. Y he huido tan rápido y tan aterrada como él, lejos del alcance de la sombra de la muerte, la tragedia, la desgracia. He querido sepultar el dolor y el miedo por el camino; pero tengo la sensación de que los recuerdos me han seguido hasta aquí. Hasta este espejismo caótico y paradisíaco que el mundo ha tapizado con la filosofía del vivir sin problemas, sin responsabilidades, sin angustias; en dos palabras: hakuna matata. Y nos gusta, ¿verdad? Nos gusta borrar el pasado, olvidar la parte en la que nuestra historia se torció –quizás demasiado pronto-.

Y he de admitir que a mí me ha cautivado durante mucho tiempo, sobre todo porque no soy una persona conflictiva, pero como dijo sabiamente papá Mufasa: ser valiente no es buscarse problemas. Y tampoco lo es ignorarlos y huir de ellos. Y es posible que yo lo haya hecho, y que ahora no me encuentre. Que no sepa comprender el rompecabezas que soy porque un día decidí tirar las piezas que más pesaban.

Me siento como Simba corriendo entre las ramas, tras Rafiki. Pero no tengo a nadie esperándome. No tengo a nadie que me dé un buen garrotazo en la cabeza y me diga "Oh sí, el pasado puede doler pero tal como yo lo veo, puedes huir de él o aprender”, o que me grite desde el cielo, entre las estrellas:

Recuerda quién eres. 
Recuérdalo. Recuérdalo. 
Recuerda.
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