10 ene 2017

Mis hábitos de lectura

IMAGEN: Fabrizio Mingarelli





¿Tienes algún lugar específico para leer en tu casa?


Sí, de hecho, tengo un lugar específico para lo que viene siendo el grueso de mi rutina de estudiante universitaria: el sofá pequeño, el que está frente a la televisión y bajo los ventanales del salón. Allí, cuando estoy sola, es donde leo y lo hago mejor, intensamente. Pero también me gusta mucho leer en mi cama, por las tardes, con la luz más fría y más gris de mi ventana. 


¿Utilizas marcapáginas o una pieza de papel al azar? 


Utilizo de todo. Y ese todo incluye aquello que sea que tenga a mano en el momento preciso. Es cierto que, por regla general, cuando empiezo un libro lo hago con un marcapáginas en la mano, pero para mí leer también comprende el ir y venir por la casa y por la ciudad cargada con el libro en cuestión. He llegado a utilizar otros libros de marcapáginas. 


¿Puedes parar de leer o tienes que detenerte al final de un capítulo o un determinado número de páginas?


Puedo parar de leer. Prefiero hacerlo cuando termino un capítulo -ni siquiera un párrafo o una página-, pero me ha pasado que mis ojos se han cerrado antes incluso de proponerme terminar una frase. Tanto si es de poesía como si es de cartas o ensayos, siempre me propongo un punto -sobre todo una página concreta- al cual me gustaría llegar. 


¿Comes o bebes mientras lees?


Depende. Este otoño he cogido la costumbre de leer -de leer y de hacer cualquier cosa, la verdad sea dicha- con un té a mano. De la misma manera, suelo tomar algún que otro cuadradito de chocolate si ocurre que lo tengo cerca.


¿Ves la televisión o escuchas música mientras lees?


No. Me cuesta horrores concentrarme en la lectura incluso cuando me encuentro en completo silencio. He llegado a encerrarme en mi habitación, acuclillarme en el lugar más alejado y taparme los oídos para seguir leyendo. De hecho, todo tipo de ruido, de sonidos o voces, me pone muy nerviosa e irascible cuando pretendo leer. Aunque sí puedo releer fragmentos -y leer cartas- con música de fondo. 


¿Un libro a la vez o varios al mismo tiempo?


Siempre varios. Actualmente podría estar leyendo diez libros a la vez y no me sorprendería. No me recuerdo con un único libro en la mesilla, es más, los tengo a docenas distribuidos por el suelo, el escritorio, la mesilla y la cama -y obvio los de la estantería-. Siempre he de tener varias opciones al alcance de la mano. Y no me supone ningún problema combinar varias lecturas a la vez. Incluso puedo espaciarlas de una forma considerable en el tiempo y no perder el hilo de las mismas. 


¿Leer en casa o en cualquier parte?


En casa. No me encuentro entre esas personas -tan afortunadas- que tienen el don de poder leer caminando o en el transporte público. Y si quitas eso, solo nos queda la facultad, las cafeterías y el campo. Y, siendo sincera, cuando visito estos lugares no suelo tener por compañía un libro.


¿Leer en voz alta o en tu cabeza?


Suelo leer en mi cabeza. Pero uno de mis pasatiempos preferidos -sobre todo cuando estoy sola- es pasearme por la casa, libro en mano, leyendo o recitando poemas o fragmentos que me gusten. Podría decir incluso que me he leído libros -cortos o de poemas- íntegramente en voz alta. También lo hago para practicar mi inglés y mi alemán. 


¿Alguna vez lees páginas adelantadas o te saltas algunas?


No suelo saltarme páginas, pero hago lo que todo el mundo: leer por encima, sobre todo fragmentos o páginas que intuyo que no me interesan o me aburren; para mí es una forma de salvar las lagunas que puede presentarme una lectura. Tampoco tiendo a adelantarme a los acontecimientos y me da cierto pánico destripar algún secreto de la trama de repente, al pasar las páginas de atrás hacia adelante, cuando manoseo un libro. Sin embargo, me gusta leer frases o palabras sueltas -solo alguna vez las finales- y crearme esa especie de intriga, de sed dulce


¿Romper el lomo o dejarlo como nuevo?


Tengo un pequeño problema con respecto al trato que debería dársele al libro -como objeto-: los doblo, los anoto, los acaricio. Cuando leo un libro -o incluso cuando solo pretendo hacerlo-, lo llevo conmigo a todas partes, y todo lo que ello conlleva. No me importa en absoluto que se doblen las esquinas, que se agriete el lomo -¡por dios, si duermo con ellos!-, mientras no entorpezca mi lectura. De hecho, no me siento cómoda con un libro que sé que ha sido leído y está sospechosamente impoluto. Qué voy a pensar. 


¿Escribes en tus libros?


Sí, y escribo esto con contundencia y convicción. Me encanta. Me es imprescindible. Para mí, anotar y subrayar -siempre que sea a lápiz o portaminas- es parte de la experiencia lectora. Antes también los acribillaba a post-its y marcadores, pero ahora prefiero hacer correr las páginas y encontrarme con una anotación al azar. He de admitir que para mí lo ideal es solo regalar libros cuando estos ya tienen huellas, y prefiero que me los regalen así. El arte, que dicen, de hacer un libro tuyo. Si uno de mis libros no está anotado es porque no se ha llevado nada mío. 
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